El concepto de Chi es muy antiguo y formaba parte de la cultura de numerosos pueblos que lo conocieron y lo manejaron con nombres diferentes: Ki, Chi, Prana, etc.
El Chi, es la energía vital que tenemos y nos permite vivir. Todos nacemos con cierta cantidad de esta energía vital, la aumentamos o disminuimos con nuestros hábitos. Podemos incrementar el Chi con ejercicios respiratorios, en China se les conocen como Chi Kung o Qigong, en la India como Prana-yama. Disminuiremos el Chi con nuestros estados emotivos alterados, con malos hábitos alimenticios, sexuales, etc. Existen otras formas menos comunes que nos permiten la captación de esta energía, y es a través de “danzas”, de la “captación” de energía luminosa, etc. El flujo correcto de esta fuerza vital nos mantiene saludables, la interrupción produce enfermedad o muerte.
El Chi fue conocido con diferentes nombres, los alquimistas medievales la llamaban “fluido vital”, Paracelso le llamó “numia”; “magnetismo animal”, “mesmer”, “energía del orgón” por Wilhelm Reich; “fuerza ódica” por el Barón de Reichenbach; también fue llamado prana, tumo, ki, etc. Las diversas escuelas que señalaron el cultivo del Chi, señalan que éste se almacena un poco abajo del ombligo, el punto preciso es de 3 a 5 cm abajo, punto que los chinos llaman Tan-Tien. La energía (Chi) puede ser obtenida del aire, de la comida, de cualquier fuente luminosa, de la tierra, etc. El desperdicio del Chi y la alteración de su flujo en el cuerpo se debe a estados de excitabilidad como los son: el coraje, el enojo, la tristeza, el odio, etc. De ahí que para los chinos que cultivan el Chi tenían prácticas diversas que pretendían el control de los sentimientos y pensamientos.
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